Friday, August 01, 2008

CERCA DE LA COSTA ...-¿que le digo a Normita?-...




"Lo que no te mata te hace más fuerte"


Banco de Ostras a una milla de la costa. El otro punto era la zona de cultivo distante tres millas.

Como ponerse la ropa y saludar al vecino, así se comprende a la rutina de las salidas de buceo o campañas para el Instituto de Biología Marina “Alte Storni”. Es un “vamos” por el camino de siempre, es conocer como viene el viento y el mar, hasta donde autorizarán la incursión de nosotros, una vez más...

Y hay días con ganas de regresar pronto a casa y se irá acomodando el bolso de equipaje ligero, es decir, -“vos te encargás de los muestreos de la costa”- -“terminás y me esperás, vuelvo enseguida-” así me decía Sandro Acosta que se disponía junto a nuestro invitado en aquella ocasión, el buzo Fernando Pazos, fotógrafo submarino que se llegaba seguido hasta el Instituto, enamorado del buceo y la fotografía-sub en nuestras aguas.

Caí al agua como siempre, rutina, miro al gomón Sandro me levanta el pulgar y con la otra mano baja el bigote, la embarcación pierde tamaño y sonido, se extiende hacia el horizonte y yo me refugio descendiendo al fondo rocoso donde habitan las ostras.

El buzo conoce de la soledad, casi siempre esta solo, mitad máquina y mitad pensamientos. Así se pertrecha para atravesar momentos cambiantes de frío, cansancio, incomodidad y resiste, es una de sus capacidades, resistir.

Lo bueno es como logramos entrar a ese medio de agua y nos entusiasma la densidad de las ostras. La tomamos casi de a una, si a veces, una por una. Esta acción tan sencilla, abajo del agua es toda una experiencia que nos llena de interés, es una conexión analgésica para resistir.

El “Salabardo” ya tiene suficiente, habrá que llegar a superficie. El paisaje del fondo había empezado a cambiar, los movimientos ondulantes del mar de fondo. El optimismo en toda su dimensión se enfrenta a la alerta del buzo mientras sube. El peso de la carga disminuye lentamente a medida que superamos los 12 metros de profundidad.

Y en superficie habitaba una de las sensaciones esperadas, oleaje fuerte, un cielo gris y viento…a lo lejos podía ver el color naranja de la embarcación. El peso del Salabardo me exigía aletear con fuerza para no hundirme hasta la cabeza, empiezo a entender que mis compañeros me están buscando y que las olas no les permite verme o encontrarme.

La marea está bajando, esto es dirección hacia mar adentro y contraria a la costa, donde yo decido empezar, intentar llegar.

No dejamos pasar mucho el tiempo, ya que significa mucho para preservar la vida y decido empezar con lo más elemental del protocolo de emergencia.
Dejo caer mi carga de muestras y comienzo a nadar con equipo completo contra corriente en dirección a la costa.

Aire y fuerzas en brazos y piernas y la costa sigue lejos, hay personas en miniatura corriendo sobre la arena distante. Me da bronca ir tan lento y ansiedad por no llegar.
El 2do paso del protocolo ya está marcha, dejo caer mi cinto de lastre, ahora sólo mantengo el tanque de aire que parece no significar un peso extra, trato de renovar toda mi información para estar tranquilo y respirar controladamente. Asegurar mis energías, no desaprovecharlas con impulsos inútiles de desesperación.

En una de las brazadas veo que la embarcación de mis compañeros se dirige en diagonal hacia la costa, siento que solo yo puedo salir, que por supuesto ya debo dejar de esperar un golpe de suerte, nada, sólo debo seguir lentamente y sin pausas.

Todavía estaba lejos, desde mi espíritu, la desesperanza de encontrarse perdido en el mar o sin el aliento de pelear por seguir vivo o encontrarle algún sentido al silencio del más allá. El peligro se proyectaba en su inicio, esperaba desarrollar y finalizar con éxito aquel accidente inesperado y aquel momento pensado como profesionalmente adolescente.

Por fin la costa se ve más cerca, mucho más cerca. Es verdad, luchar da resultados, da esperanzas y nos acerca a la vida.

La embarcación aparece otra vez en el horizonte y parece que viene hacia mí, una inyección más de energía. Será tema de unos cuantos días y de buenos mates. La proa del gomón se agiganta está cerca.

-“ehh!!! La reputa que lo parió!!! -” grita Sandro tomándose la cabeza con una mano, el botellón ya está a bordo y yo me sujeto por fin al costado de la embarcación, con dos últimos aletazos me ayudo para subirme, nos reímos, navegamos con la costa cerca y a toda velocidad. Mis amigos parecen escapar de una jornada de susto, aunque seguimos riéndonos, ahora a carcajadas, porque Sandro nos cuenta de aquellos pensamientos que presagiaban lo peor para el final de esta historia...y que no dejaba de preguntarse -¿te imaginás ir a avisar a tu casa? -¿que le digo a Normita?-...



Friday, June 13, 2008

CONTACTO SUB AL SUR


Patagonia.... nadie está libre del pensamiento, de la reflexión.
Una lejanía sin obstáculos para mirar lejos, una soledad poblada de habitantes sin temor. Un horizonte inspirador de lugareños, entusiasmados y sencillos poetas que cantan al silencio y al rumor del mar. Emblema único del indio recolector que todavía subyace en el pulpero del camino de la costa. Miles de kilómetros de cultura ancestral por debajo y por arriba de la tierra. Y el camino es todavía de tierra.
Aún quedan limpiadores naturales de la fauna muerta en la costa. Se les escucha y se los ve con vuelos rasantes y otras veces desplegando alas para quedar inmóviles, como pintadas aves oscuras entre la orilla y el cielo.

Hay un sol fuerte que requiere llevarse siempre agua en la embarcación.
El grupo va por el camino conocido, agreste, hacia el lugar en la playa señalado como accesible para la difícil tarea de maniobrar para ingresar el gomón al mar, sin que la camioneta quede a merced de la próxima marea.

Por lo general las maniobras de playa son casi silenciosas, se mantiene el ruido sereno del motor que jamás debe apagar, es fácil imaginar qué pasaría si no volviera a arrancar y la marea empezara a venir… Todo es muy rápido y preciso, no más de 2 minutos alcanzan para terminar la maniobra que culminará definitivamente, cuando uno de ellos regrese, luego de llevar trailer y vehículo a lugar seguro, donde no llega el mar.
El silencio termina cuando el fuera de borda arranca y la proa enfila hacia mar adentro, hasta el lugar de trabajo.

La playa Orengo, sin viento, es de un paisaje de intensa quietud, es una foto casi lunar de tres colores: el verde esmeralda del mar, el celeste claro del cielo y el gris amarillento y brillante de la costa y de la tierra que está a la vista.

“No hay un lugar de buceo mejor que otro, hay lugares distintos”, decía un amigo. Lo que no sé es cuántos lugares tienen misterio. Orengo lo tiene, como un teatro salvaje que siempre mostrará una versión diferente de un mismo paisaje.

Marzo es un mes generoso y apacible para la navegación, un mes de tregua con los fuertes vientos del sur. El 23 de marzo del 2005, en especial.

Marina, bióloga marina, investigadora del laboratorio de peces.
Sandro , buzo profesional, experto en cartografía y en navegación satelital.
Néstor, buzo profesional, experto en mecánica naval y en equipamiento de buceo.
Pablo, buzo profesional, experto en cultivos marinos y buen trabajador bajo el agua.

Ellos son parte del área de investigación y del departamento de náutica y buceo del Instituto de Biología Marina y Pesquera “Alte Storni” de San Antonio Oeste, Provincia de Río Negro, Argentina.

Su misión: la recolección de huevos de pez gallo a profundidades de 25/30 y 35 metros.

¿No nos olvidamos de nada che?... pregunta Sandro, jugando con el colmo de las situaciones de quienes se van de campaña a lugares alejados, donde nada está al alcance de la mano.
Quedate tranquilo Gallego, responde Pablo, mientras que el más veterano, Néstor, sonríe conociendo cada reacción, cada gesto de sus compañeros. Absoluto previsor de lo impredecible, en situaciones de conductas marineras lejos de la civilización y lejos de la costa.
Marina escucha y observa en silencio, no hace mucho dejó su provincia de La Pampa lugar bien de tierra adentro, donde estudió la Licenciatura en aprovechamiento de recursos naturales renovables.
Arribó a las costas patagónicas para desarrollar sus sueños y su esperada carrera de bióloga marina.


Néstor es el timonel, Sandro enciende el GPS y Pablo organiza y distribuye el equipamiento. Marina prepara los recipientes receptivos de las muestras y la planilla de datos.
La navegación no será tan larga, apenas 15 minutos para cubrir aproximadamente 2 millas náuticas.
La alarma del GPS anuncia el punto de inmersión. Pablo larga el fondeo. Hay un poco de corriente ya prevista, se aprovecha el antes y después de la “estoa”, que en la zona es de una diferencia de entre siete y nueve metros.

El cabo del fondeo se tensa y el gomón busca el sentido de las corrientes.
Néstor le pide a Marina que apague el motor, ya terminó de chequear la cámara fotográfica y con Sandro mojan sus lunetas sentados al borde de los pontones. Casi como una coreografía ensayada, giran sin dejar la posición de sentados, sus aletas están en el agua, se toman de la guirnalda y ahora sí entran al agua al tiempo que van girando para quedar posicionados mirando el costado de la embarcación.
Nadan con el empuje de sus largas aletas hasta el cabo del fondeo, otro camino conocido y siempre excitante, bajar por el ondulante cabo que ayuda a atravesar las millones de partículas en suspensión que refractan cerca de la superficie. Al ganar profundidad el azul es más azul y luego vendrá el verde y enseguida el gris del fondo.

Néstor consigue las primeras imágenes, todo trascurre como siempre, aunque nunca será rutina. Detrás viene Sandro tomando las muestras. Una primera etapa con continuidad, ideal para que el novel buzo Pablo practicara la tarea.
Regresan a superficie con las primeras muestras, que con suerte habían encontrado sin buscar demasiado.
Con movimiento veloz Néstor se desprende el botellón y eleva el culote apoyándolo sobre el pontón, para que sin problemas y con comodidad Marina pudiera tomarlo. Pablo le pide el lastre y luego Néstor aborda la embarcación de un solo impulso.

Bueno Pablito….lo anima Néstor. Ya estoy, responde Pablo, siempre preocupado por cumplir con el trabajo con efectividad y rapidez.
Pablo ya está en el agua y hay un “rito” que tendrá que hacerlo con Sandro. Como lo hacen todos aquellos que reciben el efectivo apoyo de Néstor en superficie.

En realidad siempre miran a Néstor ya emergidos, luego de la suave entrada al agua. Él les dirá el acostumbrado –“Todo bien ?”, sin contestación, pues hay un código casi invisible. Apenas se verá como una mancha blanca a través de las lunetas, que Néstor ya vio y sintió como un sí.

El muestreo de huevos de pez gallo consiste en fotografiar dónde se los encuentra y luego tomar algunos individuos, que se pondrán en “salabardos” - bolsas de red de pequeños agujeros que el buzo lleva consigo- y una vez en superficie, depositarlos en envases especiales con agua de mar.

El grueso de las muestras se recogerán ahora y los ojos harán foco en cada detalle, más allá de los buscados huevos de pez gallo, todo será de interés, no debe existir un buzo en la tierra que se encuentre en el fondo del mar indiferente al paisaje, es imposible.

Hay un silencio intenso, no cuenta el sonido del regulador, no, ese sonido es parte de un miembro más de su anatomía. El entorno es majestuoso de inmensidad y de misterio. Acaso no puede aparecer de pronto una antigua moneda? Una antigua botella? Un plato? Como ha encontrado el viejo “yorugua”, que tiene su casa como un barco desde el comedor hasta el baño?

Siempre se mira a los costados, por las dudas, por instinto, siempre.

El buzo habla solo, se ríe, emite sonidos indescifrables cuando se sorprende. También reconoce especies, sobre todo, pequeños peces, y sonríe mirándolos como diciéndoles hola.

El buzo tiene la posibilidad de volver a ser niño. Recupera su capacidad de asombro y es libre, muy libre.

ENCUENTROS

A veces aparece un lobo marino, es un viejo conocido y pasa fugazmente. Hay un pequeñísimo instante de sobresalto e inmediatamente todo sigue normal. A veces los delfines, el mismo sobresalto, pero inmediatamente la sonrisa y la alegría.
Ballenas, cerca de nuestro invierno hacen su aparición, son esperadas y siempre sorprenden con su enorme presencia tranquila y poderosa.
Otras veces los tiburones, con menos frecuencia. Ellos inspiran respeto y cautela, nunca se los pierde de vista hasta que desaparecen, aunque se sabe que las mayoría de la veces, ni nos enteramos que nadan cerca.
Así desfilan y suman registros perpetuos en la memoria, encuentros únicos de habitantes de mar con seres de tierra firme, uniformados para la ocasión. Despojados de algunos poderes y que hacen todavía, por suerte, que sean individuos en desventaja en un medio, que, siempre les será ajeno.

Sandro está nuevamente en el fondo, una vez más. Un buzo veterano pero no aburrido, siempre es interesante un fondo marino. Hay habitantes pequeños que apenas se alcanzan a ver y es bueno quedarse inmóvil tratando de fijar la mirada sobre esas vidas. Siempre se sienten figuras cerca y uno las mira y a veces no hay nada. Sandro levantó la vista lentamente, tranquilamente. Dos ojos suspendidos en un cuerpo enorme, bello y paralizante. Una Orca lo miraba apoyada por un fondo de otras más pequeñas que danzaban en círculos perfectos. Se quedó varios segundos inmóvil en un tiempo desafiante de espera y tensión. Sandro se quedó, se entregó a aquella mirada. Sin muchos pensamientos. Sólo intensidad de sentidos, sólo el punto más alto del misterio mágico de ese animal querido y admirado, sólo eso.
La pena es la soledad de no compartir ese momento con alguien, porque Pablo a 6 metros de distancia no se enteraba. “ que se quede..que se quede” pensaba Sandro y la orca lentamente se alejaba sin abandonar su posición de mirarlo de frente, a la altura de los ojos, a menos de un metro del fondo. “ummm…ummm!” Era el sonido que salía de su regulador. Pura emoción de buzo en su mundo que es otro mundo, era su grito de llegada a un sueño muchas veces soñado. ¡Por qué no traje la cámara yo! Piensa mientras se renueva imaginando que puede haber en cualquier momento otras oportunidades.




Pablo llevaba la cámara de fotos. Percibió una silueta que pasaba muy cerca y muy rápido. Automáticamente pensó en delfines, más precisamente en toninas debido a unas manchas blancas.

Vuelos cercanos
Mientras seguía con su trabajo, una pasó más cerca e instintivamente le saca una foto. Miró a Sandro, que casualmente lo miraba también y le hacía señas para regresar a superficie.

Pablo saca otras fotos antes de subir, era muy gratificante hacerlo, la visibilidad era buena y las toninas querían jugar, estaban curiosas.
Pablo ya en superficie le grita ¡Viste las toninas! introduce la cabeza en el agua y saca otra foto a las toninas que nadaban directo a él y se desviaban casi al rozarlo. ¡Son orcas,! Responde Sandro casi cortándole el entusiasmo.
Pablo se transforma, está desorientado. Sandro se da cuenta de esto y trata de calmarlo sin conseguirlo. ¡Pablo, quedate tranquilo! Como respuesta Pablo grita Néstor, Néstor!, mientras se hunde levemente y vuelve a emerger, como si intentara saltar, mientras agita sus brazos. Nada para llegar hasta el gomón donde estaba Néstor y Marina, algo alejados a unos 300m por el efecto de la marea.

Las orcas continuaban como en un frenesí, haciendo todo tipo de pasadas como vuelos, por debajo, por los costados. Se alejaban y volvían a toda velocidad.

Néstor, atento como siempre ya estaba navegando al encuentro de ellos. El gomón casi los toca, Sandro está más cerca, Néstor estira su brazo y Sandro le dice: ¡Ayudalo a Pablo! ¡Está mal!. Néstor apoya sus dos rodillas en el pontón, inclina medio cuerpo hacia el agua y con la fuerza que le da su animal interior alza y pone a Pablo a bordo de la embarcación. Las orcas rodeaban ahora el gomón.
Néstor toma la cámara de fotos y comienza a disparar sin parar. Mientras que Pablo que había quedado en una incómoda posición de tortuga invertida grita: ¡Ayudame ! ¡La puta que te parió!
Desde arriba sumerge la cámara en el agua y las orcas venían a él como si supieran lo que tenían que hacer.




Tocando aletas

Un llamado interrumpe la conexión de Néstor con aquel acto fantástico:
¡Boludo, ayudame acá!. Sandro había quedado “olvidado” en el agua sobre la popa del gomón. Néstor entonces reacciona y le ayuda a quitarse el equipo, mientras que las orcas no abandonaban su presencia danzante tocando deliberadamente las aletas de Sandro.
Finalmente ayuda también a Pablo que ya había logrado girar sobre sí mismo y solo se liberaba del botellón.

Marina, la pampeana, la fina dama de tierra adentro se encuentra ahora con el marco más inesperado y loco de su vida. Su corazón ha estado latiendo muy fuerte con más de una sensación, con más de una razón.
¡Ay! Chicos…, dice tratando de transmitir con su cara lo imposible. Quizá porque no se pueden comprender las situaciones que no se conocen, que ni siquiera se ha imaginado.

El buzo sabe que existen muy pocos encuentros con orcas. ¡Y aquello estaba sucediendo a ellos! Y estaba teniendo un buen final, después de todo.
Habían sobrevivido en el contacto menos esperado de todo el Golfo San Matías. Habían estado interactuando con una orca hembra y sus dos juveniles, y estaban vivos para contarlo. Porque es lo que dice el instinto. Aún sabiéndolas como animales a respetar y no como las asesinas que a veces aparecen.

Ahora había sonrisas y casi enseguida risas ¡Cómo habrán salido las fotos!,
exclama Sandro desde el otro extremo del gomón, -“Bien..bien..”, tranquiliza Néstor. Más tarde Marina ensaya una reflexión final: se acerca inclinando su cuerpo a los tres buzos, que se encuentran muy juntos, para poder sentir que cada uno afirmará lo que cada uno había visto y vivido. Chicos…¿se dan cuenta que esto fue hermoso? Bello…muy impresionante también.
Pablo miraba fijo el horizonte, muy serio. Néstor decididamente va hacía popa mientras una vez más anuncia su conocida frase: Muchachos…nos vamos
Arranca el motor, la estela que deja el gomón sentencia el final. Sandro piensa en aquella “mirada” y Pablo comienza a sonreír.



*Las imágenes mostradas en este relato son las propias realizadas por los protagonistas cuando se desarrolla esta historia.


* El episodio relatado aquí se considera como uno muy importante de los pocos conocidos y ocurridos en el mundo, donde orcas y seres humanos han interactuado sin violencia y sin consecuencias, a excepción de la experiencia única de sus protagonistas, que quedará por siempre en ellos y sin dudas en los hijos de sus hijos.

Sunday, November 04, 2007

VOLVIENDO A LAS FOTOS SUB









Volvió la fortuna de encontrarme con estas pequeñas señales de belleza, mientras trabajo, claro.

Estas fotos fueron logradas en el mes de octubre en los fondos del muelle del Puerto de San Antonio Este y pilotes del Pontón Pesquero.

Las del Cangrejo "Araña" están buenas, muestran a la hembra llevando a su macho entre sus pinzas.

La de la "Anémonas" tiene o muestra la importancia de la luz, te ayuda a descubrir la variedad de colores.

Los "contraluz" desde abajo del agua hacia la superficie, me encanta.

Wednesday, April 25, 2007

B/P MAGRITTE Recibido en casa

El querido B/P Magritte es uno de los primeros buques de Fripur (Uruguay) Grinfin (Argentina) en iniciar las actividades de pesca en nuestro puerto. Desde el año 2000, conozco sus entrañas, he tenido el honor de "sanar" sus golpes de mar en cientos de oportunidades. Se ama un barco...como a un amigo.
Él y su tripulación salvaron más de cien valiosas vidas, de nuestro querido IRIZAR.



Llegando al pontón pesquero para ser recibido

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Todos son uno


Las autoridades rindiendo el merecido homenaje

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Un momento para cantar el himno

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El Capitán de pesca Pablo Linaro.

Saturday, April 14, 2007

UNA MANO AL IRIZAR Cap. de Pesca Pablo Linaro B/P Magritte


Foto: Martín Brunela (Diario Río Negro)


Cuando nos confirman abandono del buque Irizar, y que hay 250 personas en el agua, de noche y con mal tiempo, vientos fuertes, te invaden sensaciones indescriptibles, saber que eres el primero en llegar al lugar y que debes que rescatar a todos.
Sentís de golpe angustia responsabilidad miedo emoción valor. Tenemos entrenamiento de supervivencia en el mar y abandono. Pero nadie te prepara para una situación como esta.

Se puso todo de nuestra parte para asegurar tan difícil tarea. Desde un principio no se tenía la seguridad de cumplir como se hizo, pero a medida que fuimos rescatando sobrevivientes y estos a su vez, colaboran con nuestra tripulación a rescatar a sus amigos nos fuimos dando cuenta de que sí, era posible.


Se vivieron momentos dramáticos durante el rescate, cuando se rescataba al comandante Losada cae desde la balsa al mar, pudiendo apenas sostenerse de un paño de red colocado en una banda. Perdido el salvavidas y sumergido hasta cuello en agua helada, no tenía fuerza física para subir. Sin pensarlo dos tripulantes de nuestro buque Magrite, Marcelo Navarrete y Miguel Vera, se lanzaron a su costado y lograron sujetarlo hasta lograr pasarle un cabo alrededor e izarlo a bordo.


Es digno contar que Lozada luego de la situación vivida, se dio una ducha caliente y en pocos minutos estaba a cargo de las comunicaciones. Otro momento duro, fue la subida del 1er. Oficial del Irizar Capitán Romerto, fracturado en una pierna.
También había un no vidente y un marino con problemas respiratorios debía al humo inhalado.










La aproximación a las balsas era muy difícil, ya que no había buena visibilidad y el viento y el oleaje eran fuertes. Una vez cerca del barco se lanzaba un cabo para acocar la balsa al costado del buque, costaba mucho mantenerla cerca ya q` el oleaje la sacudía y alejaba. La ayuda de los aviones fue fundamental para no perder de vista las balsas y poder ubicarlas. También el Irizar bajó dos gomones que remolcaron algunas balsas a los buques de rescate.


Rescatamos a una tripulación entrenada para rescatar por lo tanto para ser rescatada.
El éxito de tal operación se debe sin dudas a la ayuda de Dios a la férrea voluntad del hombre para sobrevivir y al gran esfuerzo de los que participamos en ella.



*Pablo Linaro
Capitán de Pesca del B/P Magritte
12 de abril de 2007. En navegación de Puerto Madryn al puerto de San Antonio Este. Pcia. de Río Negro.




Foto: Tony Brochado B/P Magritte

Monday, March 12, 2007

LA AVENTURA DE PALERMO





El hombre es simpático, desgarbado y casi corpulento. Es biólogo marino, especializado en el estudio del aprovechamiento farmacológico de varias especies marinas.
Yo preparaba el gomón cuando apareció y se presentó, su cara trae entusiasmo, energía e interés por casi todo lo que lo rodea, un ser nuevo pleno de ganas que contagia y rompe la rutina. Más atrás llega Raúl González1 ,amigo e investigador de las épocas de soltería y de compartir la “gamela” en el Centro Minero, lugar de solitarios biólogos, geólogos y técnicos. Inviernos largos, lluviosos y reflexivos, de proyectos y sueños.

Todo está listo: combustible, remos, cabos, handy, bengalas, agua, equipos de buceo, artes de muestreos, todo.
18 de diciembre de 1992, nuestro equipamiento no era el mejor pero lo hacíamos andar. El viejo jeep blanco arrancó con su voz estridente sin silenciador, marcha atrás. Enganchamos el trailer , Palermo2 le devuelve la gentileza a Raúl no aceptando viajar adelante, se ubica en el cerrado espacio trasero de nuestro viejo vehículo. Él mantiene su sonrisa entre los pertrechos de campaña.

Todavía tenemos presentes los aromas del viejo jeep, a veces nafta, cuando luchaba por alcanzar un ritmo armonioso de motor; otras veces, cuando el viento era caprichoso, algo de humo de escape, además de calor, claro. Veíamos el pasaje alocado de la ruta debajo de nuestros pies, como por ventanitas, entre los pedales ruidosos o piernas solidarias tratando de acomodarse como podían, en las jornadas calientes o frías de aquellos tiempos.

Los coches nos pasaban como flechas en la ruta, siempre íbamos a la retaguardia del camino, hablábamos casi gritando: - “Che, conocés al flaco Rodríguez? Me dijeron que está trabajando en La Plata…” -“ Sí!!! Jajaja!!! Lo conocés? Es un personaje!!! Está siempre igual!!! Ahora empezó a escribir su doctorado…” --- --“Ah!!! Qué bueno!!! Quién lo dirige?”

Se ve el mar… -“Parece que está bueno!!!”les digo. Así se comienza a gestar el hombre que vive del mar: frente a él, no deja de mirarlo y cuando está en tierra, al levantarse, mira el viento sin verlo, por sentirlo, -“Está del noroeste!!! Y no sopla fuerte. Va a estar bueno hoy!!!”. Entre los buzos agregamos: -“Che.. Hay visibilidad?”

Eran épocas en que, aún con nuestro viejo equipamiento, entrábamos a la playa como temerarios estudiosos del mar. Los turistas nos demoraban con sus preguntas inesperadas cuando tirábamos el gomón al mar o cuando arribábamos
–“Qué es esto!! Cómo se llama!! Bajan muy hondo? Cuántos metros? Ven tiburones? “

La embarcación ya está en el agua, llevo el trailer y el jeep lo más arriba posible lejos de la subida de la marea. Teníamos presente que si nos pasaba algo, por lo menos el equipamiento que quedaba en tierra debía estar lejos del agua, protegido.







Navegar, la sensación más difícil de describir, son demasiadas. Qué se ha dicho? Libertad? Paz? Adrenalina? Aventura? Escape? Vuelo?...
Yo puedo decir: inmensidad brutal, naturaleza salvaje, poder, soledad, interior, lejanía, sol sin piedad, vientos lejanos, frío agazapado…

El sitio marcado era cercano al “Fuerte” a una distancia de siete millas al sudeste del balneario Las Grutas. Raul y yo vestíamos trajes húmedos de buceo, nuestro amigo Palermo de short y remera, contaba con una capa de agua, hacia calor.
El gomón era pequeño. Si nos tomáramos de la mano de popa a proa alcanzaríamos el largo total de la embarcación, unos tres metros y medio.
Raul piloteaba con la caña del motor sentado bien atrás, Palermo y yo sentados en los pontones por cada banda, un poquito más delante de la mitad de la embarcación.

El mar era bien azul, las ondas de un leve mar del fondo rompían grupos de blanquísimas espumas, y el cielo intensamente celeste. Un paisaje especial, siempre es diferente, siempre misterioso, el mar. Un gigante orgulloso, un animal respetado, un desierto líquido y voraz.

Siempre hay presagios, cálculos, atención. La Patagonia, eterna, impredecible permite un máximo de 12 días al mes para navegar, pero llegamos al lugar de muestreo. La derrota fue larga, con Raúl nos miramos: el cielo no era el mismo, las ondas del mar de fondo empezaban a ser ahora olas y desde el horizonte se empezaba, poquito a poquito a “picar”, pero estábamos ahí. Me calcé el botellón de buceo y bajé. La visibilidad era más que buena, empecé a juntar la fauna para Palermo, me desplazaba a la vista del fondeo de la embarcación, podía ver el casco del gomón y las figuras deformadas como duendes de mis compañeros asomándose, tratando de verme ante la transparencia del lugar.

Emerjo con las primeras muestras…-“Se está poniendo feo..”, me dice Raúl al mismo tiempo que digo lo mismo con mis pensamientos, -“Juntaré las otras?” digo ahora en voz alta. Pero…casi sin palabras, volví al fondo a terminar con el muestreo. Las algas ya no estaban quietas, se ondulaban en perfecta formación, el cabo del fondeo acompasaba el cabeceo del gomón.

Rápidamente recogí la última muestra. Me estremeció comprobar que el paisaje se ponía gris, la luz se perdía. Salí…ya había una brisa y el horizonte había desaparecido. El gomón estaba cambiando su proa hacia el sur, estaba borneando hacia el viento más temido, el del frío que llega en pleno verano, el que sopla con más furia. A bordo Raúl ordenaba y preparaba la embarcación para un duro regreso.








Las olas crecían y crecían y empezaban a golpearnos con fuerza, Palermo pregunta…- “Estas olas son muy grandes, no?” -“Quedate tranquilo..”, le dice Raúl -“Uff…hace frío…”, dice asombrado Palermo. –“Todo listo, vamos!!!”, dice Raúl. Se acomoda para darle arranque al motor, manda nafta por la perita, lo seba y se prepara para tirar del cabo que girará el arranque. Todo se precipita, está ingresando agua por todos los ángulos, desde arriba, desde lo alto de las olas, desde la nada, nuestras cabezas se bloquean y funcionan sólo con el instinto de lo que es preciso hacer.

-“El motor no arranca!!!”, dice Raúl. –“La reputa que lo parió!!!” A bordo hay agua fría, muy fría. El fondeo ya no nos sujeta y estamos sin gobierno. Tomo el handy…-“lima-cuatro-víctor..”, -“lima-cuatro-víctor..” -“Aquí embarcación de biología…-aquí embarcación de biología…” Intento otra vez…
-“lima-cuatro-víctor.. -lima-cuatro-víctor… -aquí embarcación de biología…”
–“Estamos sin motor…-estamos sin motor…”. –“No contesta nadie..”, digo y Raúl me saca con desesperación la radio….-“lima-cuatro-víctor!!!! Lima-cuatro-víctor!!! La radio no funciona!!! Nooo!!!! Pero la reputa madre que lo parió!!!”
La radio se había mojado como todo lo que había a bordo. Estábamos en muy mala situación: sin motor, sin comunicación y el mar ya rugía…-“Hagamos un ancla de capa!!!”, dice Raúl. Necesitábamos ponernos de proa al viento, era nuestra única posibilidad. Buscamos un cajón de pescado. Con cabos fuimos armando unos tiros como los de un barrilete.. -“Sujetate!!!”, le digo a Palermo que nos miraba como pidiéndonos un poco de calma, al fín y al cabo nosotros éramos como los dueños de casa y él, el visitante.

El cajón de pescado funcionaba a la perfección, apenas lo habíamos lanzado y el gomón se deslizó en semicírculo a una velocidad impresionante poniendo su proa al sur y las olas venían ahora de frente con toda su furia. Nos quedaba esperar, seguramente ya nos estaban buscando. Habían pasado casi dos horas…

En el golfo en pleno diciembre el viento sur trae frío, sobre todo en el mar, lejos de la costa. Palermo ya temblaba, hablaba su expresión de persona indefensa a merced de la suerte y de la experiencia de quienes lo acompañaban.
Noté que perdía calor muy rápidamente. En la proa del gomón había un pequeño hueco destinado como lugar seco. ..-“Ponete allí!!! Acurrucate!! Así no te mojas tanto!!”, le digo. Con Raúl lo acomodamos, sólo asomaban sus codos y sus pies, el hombre corpulento casi desaparecía dentro del pequeño abrigo.

Era cerca de medio día, contábamos con unas cuantas horas de luz, pero me preocupaba llegar a la noche. Con Palermo en condiciones de hipotermia, sabíamos que no sobreviviría una noche. Esa es la otra realidad, allí están los otros valores, los únicos, los de la vida; allí no hay apellidos, categorías, status, diferencias, hay sólo una cosa: alcanzar y lograr sobrevivir.







Estábamos callados, muy callados y aquello era una tempestad. Éramos pequeños, demasiados pequeños para estar allí.

Alrededor no había costa, no había otra cosa que el mismo paisaje que nos rodeaba. Al viento y las grandes olas, a la espuma blanquísima que rompía por todos lados, se sumaba una niebla también blanca que se movía en forma extraña, más lenta que el viento, que parecía cubrirnos, que nos encerraba y nos ahogaba.

Me acerqué a Palermo…-”Estás bien?”. Nada contestó…temblaba..me pareció escuchar apenas un pequeño sonido que no salió de su boca, salió de su cuerpo sufrido y castigado por el frío, el miedo y la angustia.
Realmente me preocupaba él, Raúl y yo con nuestros trajes de neoprene no tendríamos problemas, pero Palermo estaba de short, descalzo y con una capa de agua de nylon.

-“Che Raúl!!”, grito. –“Mirá!!! No es aquel el Guardacostas?”. Su figura casi gris en el horizonte borroso empezó a ser realidad, pero llevaba otro rumbo, iba hacía la costa contra el viento Esa situación fue terrible para nosotros, pero seguíamos en silencio, esperando.
De nada serviría que gritáramos y saltáramos, había que esperar. El guardacostas GC-77 “Golfo San Matías” venía buscando desde una línea determinada hacia la costa y volviendo al mismo punto pero avanzando, peinando de costa hacia adentro y de adentro hacia la costa y avanzando hacia la zona donde se conocía que estábamos trabajando.
Se acercaban poco a poquito, nosotros los veíamos aparecer y desaparecer, por efecto de las grandes olas y ellos a nosotros no…Éramos un punto demasiado pequeño para verse.

-“Palermo, aguantá!!! Llegó el guardacostas!!!”, le digo al compañero “fondeado” bajo el pequeñísimo techo de lona que lo protege a medias. Al fin nos ven. El buque de prefectura se ve blanco, ya no el gris de la distancia. Pero todavía aparece y desaparece, estamos entre un juego de olas gigantes.

Son todas caras conocidas, nos cruzamos día a día por las calles de San Antonio Oeste, allí están sobre la banda que da hacia nosotros. Estaba el “Tana” Leuze buzo y pescador legendario y buen conocedor del golfo, justamente por eso estaba allí….-“Dónde está el 3er tripulante!!”, nos gritan desde el guardacostas.. –“Está acá!!!”, les respondo señalando a la proa del gomón….-“Está bien!!!”, les digo, con la esperanza que fuera cierto.
Nos acercamos con incertidumbre, era mucho más que peligroso lo que estábamos viviendo, el guardacostas se elevaba tanto sobre nuestro costado que podíamos ver su quilla..y volvía a caer con un estampido … y nosotros nos elevábamos y ellos quedaban en un pozo. Por un milésima de segundo, se nos cruzaba que podíamos caer en él. Vaya a saber por cual impulso, Raúl se arroja al agua, entre el gomón y el guardacostas….- “Raúl!!”, grité, al tiempo que logré alcanzarlo y lo subí a




bordo, no sé con qué fuerza… - “Les voy a pasar a Palermo!!!”, les grito. Haciendo equilibrio lo busco y alzo como un bebé, espero el exacto momento en que el guardacostas quede a la par, calculo…y lo entrego. Lo suelto, está en el buque, ahora allá arriba y nosotros bajando.


-“Raúl! Subite por favor... Andá! Andá… Para lingar el gomón debe estar uno… Andá.” Me mira asintiendo, me aprieta fuerte el brazo, espera otra vez el momento..y salta y está a salvo.

Preparan la pluma del guinchecito para tratar de sujetar y subir a bordo nuestro gomón. La pluma es un brazo amenazante que pasa muy cerca, muy cerca.
-“Sacá la pluma!!!”, les grito…-“Tirame los cabos!!!”. Me mandan los cabos y comienzo a lingar , me cuesta calcular los largos de tiro: la popa más pesada, tiros más cortos; proa más liviana, tiros más largos.
-“Listo!!!”, les grito y les hago seña de izar. Al tensar los cabos decido abordar el guardacostas, una vez que comiencen a levantar el gomón, éste se golpeará sin control hasta que llegue a cubierta.
Estoy a bordo. Dejé en buenas manos la maniobra de nuestra embarcación, busqué a nuestro compañero Palermo…-“Dónde está?!”, grito abandonando por fín al autómata de la supervivencia, siendo ya el hombre con tiempo para la sensibilidad, para abrazar con alegría y hablar con serenidad.

Estaba con una frazada en el camarote del capitán , sus labios, dedos y buena parte de su piel cianótica. Sonreía con dificultad, pero sonreía, casi como en la mañana de ese mismo día, en el Instituto de Biología Marina “Alte. Storni”, cuando se me acercó y me estiró su mano y me apretó muy fuerte.

Casi como un pasaje a otra dimensión, me contaron luego que apenas estuvo a bordo Palermo, se encuentra ante la mirada absorta del 2do capitán del guardacostas, que automáticamente se confunde con la también absorta mirada de Palermo. Se habían conocido en épocas de la universidad por ser sus respectivas novias muy amigas. Ellos habían vivido, posiblemente, lo mejor de sus vidas juntos y ahora se encontraban en otra orilla, en otra línea de frontera, la que está muy cerca de la tragedia.

El capitán nos reúne a Raúl y a mí en la cabina…-“Muchachos, este hombre no habría aguantado muchas horas más, todavía tiene un estado de importante hipotermia… Pero ya está,..bienvenidos a bordo!!”, y sonrió… Nos acercaron mates y facturas…estábamos en el paraíso.


1-El Dr. Raúl González es actualmente director del Instituto de Biología Marina y Pesquera “Alte. Storni” en la ciudad de San Antonio Oeste, Pcia. de Río Negro dependiente de la Universidad Nacional del Comahue y del Ministerio de Economía de la Provincia de Río Negro.

2- El Dr. Jorge Palermo continúa sus investigaciones sobre el aprovechamiento farmacológico en especies marinas en la Universidad Nacional de Buenos Aires y mantiene convenios con el Inst. de Biología “Alte. Storni” a través de campañas de investigación, aunque había prometido que jamás volvería a subir en una embarcación.

Thursday, December 28, 2006

SONRISA NERVIOSA ( el salvamento del Junela)






11 de julio de 1999 - la voz del administrador del Pto. de San Antonio Este, (CODEPO en aquella época) sonó angustiante, ya la había escuchado así, cuando un viento de 120 kilómetros tiró al fondo del mar las dos grúas del muelle.

“Tony!! Llamalo a Mario y venite urgente para aquí, el Junela se está incendiando!!!” ….la llamada se cortó, no había nada que agregar. Se podría escribir mucho sobre el código que mantenemos todas aquellas personas que trabajamos en la mar: se lo puede llamar, un código de honor . El hombre de mar no abandona ni a su peor enemigo, ni a los muertos, ni a un barco: la estructura de hierro y madera más misteriosa y noble que todos puedan ver, sentir, tocar.

Llamé a mi amigo Mario Rosas, experimentado práctico y perito naval, del Pto. de San Antonio Este. A él se le consulta casi todo, ni hablar de quien escribe, trabajamos juntos desde hace muchos años, en distintas tareas, las rutinarias, las cansadoras, las que entusiasman, las sacrificadas, las frustrantes y las casi imposibles.

“Pasame a buscar!!”, me dijo Mario. Me siento uno de los pocos privilegiados que lo pueden llamar por radio , cuando está en maniobras. Él conoce cómo lo conozco y sabe que si lo llamo es más que urgente. Esta vez lo llamé a su casa, pero su voz siempre sonará como el buen capitán que es, dura, firme y decidida.

Llegué a su casa. Estaba afuera. Su mochila, su handy, su campera y su “ceño fruncido”, señal de su pasión por el trabajo, de manejar las entradas de enormes buques, que rozan muelles y remolcadores, que exigen velocidad de acción, porque el trabajo en un puerto jamás podrá parar, nada lo ha parado, ni las guerras, ni las tempestades, nada.

Apenas salimos Mario empezó a tratar de diseñar un plan, el buque estaba amarrado al pontón flotante del puerto. Había que alejarlo de allí para que no corrieran peligro los otros buques. Con qué elementos trabajaremos? Cables de acero? Calabrotes? Es impresionante imaginarse el remolque de un barco de grandes dimensiones, incendiándose. Una hoguera brutal, injusta y avasallante. Desde la ruta camino al Puerto del Este, 60 kilómetros nos separan, pero podíamos observar la negra figura de humo sobre horizonte y cielo.

Llegamos. El humo era una columna gigantesca, parte de la tripulación se alejaba del lugar con parte de sus pertenencias. Como en todo escenario de un siniestro, había confusión, había incertidumbre, impotencia. Es triste ver a un buque herido de muerte, iniciamos nuestro trabajo con la noble y legendaria Teka, utilizada como remolcador y embarcación de practicaje. Mario me destinó la responsabilidad de las maniobras de cubierta. Esto es que debía organizar con el personal de tierra la conexión de cabos de arrastre y coordinar con el patrón de la embarcación nuestro buen amigo Armando Ullúa. César Murgiondo, impecable maquinista, le daría garantía al esfuerzo que le demandaría el salvamento del buque. Gustavo Ullúa, hijo de Armando y patrón de la embarcación de amarre Mimosa, me daría la seguridad y el respaldo que necesitaba . Mario resolvería rumbo, velocidad de remolque, atender la radio; en ese momento ingresaban llamados de las autoridades del puerto, de Prefectura Naval, de otros buques cercanos que por propia naturaleza, querían comunicar “Teka - Teka -Teka aquí buque …..tamos a disposición” y se cortaba. Es el “código de honor”.

Nos acercamos a la bita de la amarra de popa del Junela, que se ubica en la cabecera del puente de acceso del pontón. Estaban los tripulantes uruguayos, prestos a mi señal. “Larguen cabo!!!!”, les grité, y sujeto a una guía recibí el calabrote de dos pulgadas y media de diámetro. Les grito nuevamente: “Necesito más cabo!!!!”. “No se puede!!!, me responden. Le grito a Gustavo: “Enganchá otro cabo al gancho de remolque!!!”. Me alcanza la punta y me decidí por un “nudo llano” ,la urgencia hizo que la Teka le diera máquina, los cabos se tensaron. Estábamos en pleno salvamento, el Junela se movía y la brisa avivaba el fuego.

Allí empezó la adrenalina, allí empezó algo que nos separó de nuestro mundo, el de nuestra buena rutina. Trabajar con lo esperado, bromear con nuestros compañeros y volver a casa, para estar con la familia.

El peligro inminente, acercarse a la muerte, trabajar al lado de ella, negociar con ella, desafiarla, pactar con ella.

La distancia al lugar destinado? No había lugar. Alejábamos al buque del pontón, nos miramos con el patrón de la Teka, Armando Ullúa. Mario hablaba con Prefectura. “Armando…”, le digo- “ El único lugar que tenemos es las grúas caídas” ,(área destinada a los restos de las grúas recuperadas del fondo del muelle profundo). Armando estaba de acuerdo, le comunicamos a Mario, nos hizo un gesto de aprobación y enfilamos hacia el lugar, distante a unos 1000 metros del pontón.

La navegación duró una eternidad. Desde el Junela se empezaban a escuchar explosiones, el guardacostas de la Prefectura se nos unió acompañándonos y preparaba su equipo contra incendio, lo mismo hacía el remolcador Viento, al mando estaba su patrón Felipe de la misma empresa Nautical SRL, de mi amigo Mario Rosas.


NUESTRA BATALLA FINAL

Debíamos varar el Junela y amarrarlo al firme que nos ofrecían las pesadas estructuras de las grúas depositadas en la costa. Muchas partes del buque estaban “al rojo vivo”. Las explosiones eran ahora terribles, con Mario nos pasamos al remolcador Viento, sus tripulantes ejecutaban el plan contra incendio, con el guardacostas sumaban dos cañones de agua de alta presión. Éramos parte de tres embarcaciones que codo a codo, estaban casi “tocando” el infierno, el calor nos dejaba la caras rojas, veíamos los tubos de oxigeno, gas o acetileno, despegar con violencia de proyectiles en distintas direcciones, teníamos miedo, pero queríamos seguir.

Ya había anochecido, el lugar era más espantoso, nos alcanzaban los cables desde la costa, a través de un gomón de Prefectura. El ancla del Junela colgaba inmóvil a estribor de su proa. Nos acercamos con el remolcador Viento: frente a la cabina del Junela se quemaba una enorme cantidad de cajas plásticas para pescado, justo sobre el lugar donde debíamos alcanzar el ancla y “enganchar” el cable de costa.
La Teka estaba acoderada al remolcador, descendieron y nos abordaron Armando con su hijo Gustavo. Armando, viejo lobo de mar y fuerte como un “toro”, me dice: “Trepá a mis espaldas”. Me arriman el cable, pero no llego, entonces digo con desesperación - el plástico derretido caía sin piedad sobre nosotros- “Gustavo!!! Subite a mis hombros!!!!”. Gustavo trepó sobre su padre y luego sobre mí, improvisados equilibristas al borde de la locura y de la muerte…no sé de qué forma nos quitábamos el plástico derretido, que nos cubría como si fueran molestos mosquitos asesinos de nuestras humanidades…

Nuestra labor empezaba a terminar, ahora quedaba el sacrificado trabajo de los bomberos de la prefectura de San Antonio Oeste, de Las Grutas y de la Prefectura de Puerto Madryn. Quedaba la otra batalla por ganar: la de extinguir el enorme fuego, que se devoraba el buque y que se agigantaba con enorme poder.

Con Mario, al amanecer nos volvimos, nos alejábamos y nos dimos cuenta de la aproximación que tuvimos, comprendimos un poquito, alcanzábamos a tener una idea de lo que sería… la guerra.

Luego nuestro trabajo continuó: Mario al mando se su flota, yo tuve que bucear para zafar un calabrote de la hélice del remolcador y estar a disposición.
Posteriormente el Junela volvió al pontón y finalmente fue desguazado muy cerca de donde lo habíamos dejado aquella noche del Dante.