DECISIONES RÄPIDAS

Las campañas del Instituto de Biología Marina “Alte. Storni” de San Antonio Oeste - Pcia. de Río Negro, siempre son urgentes, se enfrentan diariamente con la suerte de las tablas de marea y el sentido de los vientos.
Muchas veces se llega a la costa y se encuentra un inesperado y no deseado mar, tan desalentador que se decide volver al instituto con todo el equipamiento a cuestas, evaluando una próxima oportunidad.
Pero aquel día ( en el año 1996 contábamos ya con un buen gomón reforzado fabricado por la familia Moreni de la ciudad de Puerto Madryn- Pcia. del Chubut) decidimos enfrentar todas las condiciones adversas. Llegamos a la tercera bajada del balneario Las Grutas, la idea era que nos esperara en la costa nuestro compañero Néstor Dieu. En la ruta ya habíamos visto lo desfavorable de los vientos en la línea del horizonte.
Nunca olvidaré aquel escenario maravilloso de inmensidad, de azules, de verdes. Pinceladas de blancos furiosos que destellaban ráfagas de agua, trepadas en cada ola gigante, olas enojadas o temerarias que salían de su mundo y se metían en nosotros y nos estremecían de pies a cabeza.
-“Nos metemos o no nos metemos?”, le digo a Sandro. –“Nos metemos!!! Qué no!..” Nuestro compañero Néstor siempre fue el “sensato” del equipo. -“Déjense de joder”!! Pero la decisión estaba tomada, estábamos a pasos de ingresar a aquella fiesta de movimientos y de vértigo sin pausa. Con mal humor Néstor acerca la embarcación, la maniobra no debía llevar más de 30 segundos, el tiempo exacto entre ola y ola.
La ventaja de trabajar juntos muchos años, genera que cada uno hace su tarea sin necesidad de hablar, preguntar o dudar.
El “espiche” estaba puesto, la pata levantada. Incorporamos la personalidad de marino riguroso y adusto que hará sólo lo que tiene que hacer en navegación. Pocas palabras y todos los sentidos puestos en la proa y en el sinuoso camino de trepar y “barrenar”.
Giramos la embarcación poniéndola proa al viento, el agua nos daba a la cintura, la ola venía, la sujetábamos tomados de la “guirnalda” cercana a la popa. La ola explota sobre nosotros poniendo al gomón en perfecta posición vertical, cae y nos despega del piso, subimos sabiendo que en la próxima ola bajamos el motor y salimos!!! Ni antes ni después, tiene que ser en esa ola, si no es así, la pata del motor se podría destruir violentamente.
La navegación… Parecía casi imposible mantenerse en una embarcación que saltaba al ritmo ondulante en un sendero hostil y fascinante. La casualidad hizo que pasara por la costa nuestro amigo Cato Rojas. Días más tarde nos diría…-“Eran ustedes!! … A quién se le puede ocurrir meterse con ese día!!!”, recordaba sorprendido.
Con dificultad nos disponemos a bucear deslizándonos por el cabo del fondeo, única manera de tomar las muestras, sin perder de vista el gomón luego de emerger.
La visibilidad era nula, tan nula que el fuerte marrón del sedimento levantado se tornaba negro y luego volvía a ser marrón. Recogíamos las muestras casi al tacto, a los tumbos,
mientras que con una mano nos aferrábamos casi desesperadamente al cabo del fondeo.
En algún lugar del subconsciente, nosotros los buzos, en estas circunstancias siempre nos imaginamos cómo sería lo peor. Debemos proyectar esa situación para enfrentarla, llegado el caso, con la mayor claridad y frialdad. Aunque parezca extraño es la esencia para una larga vida en el buceo profesional.
Por que no es atractivo flotar en medio de olas enormes y furiosas, con corrientes descontroladas y vientos que nos puede alejar de la costa o de nuestra embarcación, siempre habrá reglas de hierro en el procedimiento de las tareas de alto riesgo.
Salimos de aquel infierno esperado, con las muestras a bordo y sintiendo el alivio de regresar a tierra con el viento bien de “popa”. El mar ya no nos enfrenta, nos empuja.
En la costa ya divisábamos a nuestro enojado amigo Néstor, seguro todo estaba previsto. El trailer en el mejor lugar de la playa, el cable del malacate estirado, la doble puesta en las cuatro ruedas de la camioneta, y el mate listo para la ruta. Aunque el enojo se fuera convirtiendo en formales proyectos de sonrisas…
Nuestro amigo se preocupaba con razón, aún sabiendo que nos gusta visitar el peligro pero no vivir en él, claro. La paz sigue siendo el lugar más buscado.