Friday, August 01, 2008

CERCA DE LA COSTA ...-¿que le digo a Normita?-...




"Lo que no te mata te hace más fuerte"


Banco de Ostras a una milla de la costa. El otro punto era la zona de cultivo distante tres millas.

Como ponerse la ropa y saludar al vecino, así se comprende a la rutina de las salidas de buceo o campañas para el Instituto de Biología Marina “Alte Storni”. Es un “vamos” por el camino de siempre, es conocer como viene el viento y el mar, hasta donde autorizarán la incursión de nosotros, una vez más...

Y hay días con ganas de regresar pronto a casa y se irá acomodando el bolso de equipaje ligero, es decir, -“vos te encargás de los muestreos de la costa”- -“terminás y me esperás, vuelvo enseguida-” así me decía Sandro Acosta que se disponía junto a nuestro invitado en aquella ocasión, el buzo Fernando Pazos, fotógrafo submarino que se llegaba seguido hasta el Instituto, enamorado del buceo y la fotografía-sub en nuestras aguas.

Caí al agua como siempre, rutina, miro al gomón Sandro me levanta el pulgar y con la otra mano baja el bigote, la embarcación pierde tamaño y sonido, se extiende hacia el horizonte y yo me refugio descendiendo al fondo rocoso donde habitan las ostras.

El buzo conoce de la soledad, casi siempre esta solo, mitad máquina y mitad pensamientos. Así se pertrecha para atravesar momentos cambiantes de frío, cansancio, incomodidad y resiste, es una de sus capacidades, resistir.

Lo bueno es como logramos entrar a ese medio de agua y nos entusiasma la densidad de las ostras. La tomamos casi de a una, si a veces, una por una. Esta acción tan sencilla, abajo del agua es toda una experiencia que nos llena de interés, es una conexión analgésica para resistir.

El “Salabardo” ya tiene suficiente, habrá que llegar a superficie. El paisaje del fondo había empezado a cambiar, los movimientos ondulantes del mar de fondo. El optimismo en toda su dimensión se enfrenta a la alerta del buzo mientras sube. El peso de la carga disminuye lentamente a medida que superamos los 12 metros de profundidad.

Y en superficie habitaba una de las sensaciones esperadas, oleaje fuerte, un cielo gris y viento…a lo lejos podía ver el color naranja de la embarcación. El peso del Salabardo me exigía aletear con fuerza para no hundirme hasta la cabeza, empiezo a entender que mis compañeros me están buscando y que las olas no les permite verme o encontrarme.

La marea está bajando, esto es dirección hacia mar adentro y contraria a la costa, donde yo decido empezar, intentar llegar.

No dejamos pasar mucho el tiempo, ya que significa mucho para preservar la vida y decido empezar con lo más elemental del protocolo de emergencia.
Dejo caer mi carga de muestras y comienzo a nadar con equipo completo contra corriente en dirección a la costa.

Aire y fuerzas en brazos y piernas y la costa sigue lejos, hay personas en miniatura corriendo sobre la arena distante. Me da bronca ir tan lento y ansiedad por no llegar.
El 2do paso del protocolo ya está marcha, dejo caer mi cinto de lastre, ahora sólo mantengo el tanque de aire que parece no significar un peso extra, trato de renovar toda mi información para estar tranquilo y respirar controladamente. Asegurar mis energías, no desaprovecharlas con impulsos inútiles de desesperación.

En una de las brazadas veo que la embarcación de mis compañeros se dirige en diagonal hacia la costa, siento que solo yo puedo salir, que por supuesto ya debo dejar de esperar un golpe de suerte, nada, sólo debo seguir lentamente y sin pausas.

Todavía estaba lejos, desde mi espíritu, la desesperanza de encontrarse perdido en el mar o sin el aliento de pelear por seguir vivo o encontrarle algún sentido al silencio del más allá. El peligro se proyectaba en su inicio, esperaba desarrollar y finalizar con éxito aquel accidente inesperado y aquel momento pensado como profesionalmente adolescente.

Por fin la costa se ve más cerca, mucho más cerca. Es verdad, luchar da resultados, da esperanzas y nos acerca a la vida.

La embarcación aparece otra vez en el horizonte y parece que viene hacia mí, una inyección más de energía. Será tema de unos cuantos días y de buenos mates. La proa del gomón se agiganta está cerca.

-“ehh!!! La reputa que lo parió!!! -” grita Sandro tomándose la cabeza con una mano, el botellón ya está a bordo y yo me sujeto por fin al costado de la embarcación, con dos últimos aletazos me ayudo para subirme, nos reímos, navegamos con la costa cerca y a toda velocidad. Mis amigos parecen escapar de una jornada de susto, aunque seguimos riéndonos, ahora a carcajadas, porque Sandro nos cuenta de aquellos pensamientos que presagiaban lo peor para el final de esta historia...y que no dejaba de preguntarse -¿te imaginás ir a avisar a tu casa? -¿que le digo a Normita?-...